"...en conclusión, es una historia universal en un contexto local, de pueblos de una herencia hispana que se contrapone y se funde, al mismo tiempo, con sus origenes indígenas. Una historia de magia, misterio y muerte en un contexto netamente latinoamericano. Gracias."
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Expuse por 45 minutos, ininterrumpidos. El jurado empieza la ronda de preguntas.
"Explíqueme el personaje de la viudita y su funcionalidad en la trama. Sobre el protagonista, ¿qué representa en la sociedad boliviana de la época en la que está ambientado el guión y cómo notamos el arqueo de dicho personaje?" - me pregunta la vice-decana, la cubana directora de teatro y guionista.
"¿Porqué es una historia universal en un contexto local? Expláyese por favor" - me pide la metodóloga.
"En porcentaje, ¿qué preponderancia tiene el sub-texto político? ah y también me interesa saber... ¿cuáles son sus referentes cinematográficos?" - me cuestiona el reconocido Director de Cine, referente del cine chileno, que tuve la suerte que presida mi defensa de tesis. Para entonces, ya estaba más tranquilo. Por suerte responder a las preguntas fue la parte mejor manejada de mi exposición.
"Vuelva en 10 minutos para entregarle el fallo". De pronto me estaba fumando un cigarro en el patio de la Universidad. A pesar del frío, había salido el sol y no se si eran los nervios pero el terno ya me estaba incomodando. "Como te fué?" pregunta Hans, el coordinador de mi Escuela. "Me traicionaron los nervios" - con una mirada desorbitada. "Le fue excelente, sólo se puso nervioso al comienzo pero después controló la situación" - mi amiga Gaby que presenció todo desde el fondo de la sala. Sonrío en agradecimiento, necesitaba su presencia esa mañana de Jueves, y la tuve.
Sin ánimo de exagerar, había dormido sólo 12 horas en las 4 noches anteriores, por lo tanto carecía de las horas de sueño necesarias para evitar colapsos nerviosos en situaciones agobiantes como aquella.
Esa mañana de Jueves, más temprano, estaba exhausto y las expectativas sobre el proyecto eran grandes. Me sentía presionado. Caminé hacia el metro con mi bolso lleno de tesis empastadas. La ciudad se movía de manera cotidiana y me preguntaba si mi lenguaje corporal expresaba la mezcla de emociones que ocurrían en mi cabeza. Sin duda era uno de los días más importantes de mi vida, hasta ahora.
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10.35am el Director de Cine levanta Acta sobre lo que estaba ocurriendo. Carlitos empieza a pasar las diapositivas. La primera contenía un video de menos de un minuto, que simplemente servía para contextualizar a los jueces sobre el Oriente boliviano y en especial las misiones jesuíticas, el escenario principal. Mientras veía el video recordé que segundos antes dijeron mi nombre, el propósito de la ceremonia, más la relevancia y solemnidad del asunto... por supuesto, entré en pánico. De manera triunfal el video finalizó en el título del proyecto. Comencé con la Introducción. A mi séptima palabra el volúmen de mi voz desaparece y no encuentro sustitutos de comunicación. Descompensación total, que a pesar de durar sólo segundos, fueron segundos eternos.
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"Tranquilo" - dijo mi profesora guía, la guionista cubana - "Tu tranquilo, ¡que estás presentando un mounstro!".
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Esas palabras me dieron fuerza, pedí disculpas y busqué atrás mis notas, no para leerlas, sino para tener algo en las manos. Las enrollé y retomé mi Introducción. Desde ahí no dejé de disertar por 45 minutos, ininterrumpidos.
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"¿Aun estás en la nebulosa no? me avisas el resultado" - me dijo Hans antes de irse, mientras fumaba el cigarro en el patio de la Universidad, esperando el fallo del jurado. Habían pasado 7 minutos cuando veo al Director de Cine buscándome. En el camino me pregunta por la situación política de Bolivia. No era precisamente el tema que tenía en el tintero, así que sólo atiné a decirle algunas percepciones globales y concisas sobre el tema.
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Otra vez frente a la mesa del jurado. De ahí en adelante todo hace parte de un recuerdo especial y onírico: Nota máxima en todas las instancias, titulación por excelencia académica, felicitaciones, abrazos, fotos y una sonrisa de oreja a oreja que me duró por días.
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"Cuando hagas este proyecto llámame, estoy dispuesto a participar o ayudarte en lo que sea necesario" - me dijo el Director de Cine, dándome su tarjeta.
Por supuesto, me fuí a celebrar en Santiago a todo pulmón las proporciones de ese momento de intensa alegría con mis amigos de la U, mientras recordamos viejos tiempos. Estaba feliz. Ese era mi día y punto. grité a los cuatro vientos lo bien que me sentía al mejor estilo Titanic y no permití que me invada la falsa modestia, eso se lo dejo para los pseudos, que les encanta.
Varias horas después aterrizaba en Viru Viru. Fui de los primeros en salir y de los últimos en irme a causa de un descuido usual de mi progenitora sobre mi hora de llegada. Situación que al final no me sorprende en lo más mínimo por su permanente elevación de un metro sobre el suelo.
Volví, con título en mano. La ciudad de los anillos me recibió con un sol radiante que no se veía en la última semana por la presencia de Surazos. Dejé maletas y me puse ropa cómoda y con engaños llegué a la que había sido mi fiesta sorpresa.
Compartí una tarde de churrasco, coronas y risas no con amigos comunes, sino con casi los mejores amigos que he tenido en la vida. Una improvisada banda del avión pirata me sorprendió cuando empezaba la noche y cerré con broche de oro marcando tarjeta en Centrosfera y conociendo el bar Duda, donde me senté en el sillón presidencial.
La verdad que la sensación después de la defensa es única. "¡Se te quita un peso de encima!" - me había dicho meses atrás una gran amiga, y ese brillo en sus ojos no pude traducirlo hasta el día en que estuve en sus zapatos.
El simple hecho de finalizar etapas importantes, te hace dar un tranco largo más en la vida.
Te hace avanzar, quizás por caminos inciertos, pero avanzar al fin y al cabo.